Todo sobre las trufas mágicas

Ciclo de crecimiento de las trufas mágicas

Las trufas mágicas son también conocidas bajo el nombre de Piedra Filosofal. Su nombre científico es esclerocium o esclerocio.

Las trufas crecen bajo tierra y se forman por endurecimiento del micelio de algunas especies de hongos. El micelio es una especie de moho con una estructura blanca y fibrosa.

Las trufas mágicas, al igual que los hongos, contienen Psilocina y Psilocibina. Los hongos más conocidos son: Psilocybe cubensis, Psilocybe azurescens, Psilocybe tampanensis, Psilocybe mexicana y el Panaeolus cyanescens.

La Psilocibina se convierte en Psilocina en el cuerpo. La Psilocina es químicamente muy parecida a la serotonina, y activa las neuronas en tu cerebro que normalmente sólo se activan con serotonina. Al ser tan parecida, tu cuerpo la tolera bien y no causa daño físico. 

La Psilocibina, una vez incorporada al organismo, modifica la afectividad, la relación con el entorno y el comportamiento. Dependiendo de la dosis, se producen fenómenos psico-sensoriales intermitentes. Proporciona un estado de consciencia onírico-visionario con una percepción incrementada.

La estructura molecular de la Psilocibina y la Psilocina:

Estructura molecular de la Psilocibina y la Psilocina

Trufás mágicas

El científico suizo Albert Hoffmann (descubridor del LSD), fue el primero en aislar estos dos componentes (la Psilocibina y la Psilocina) en su laboratorio. Lo consiguió en el año 1958 y para ello usó una variedad de hongos llamada “Psylocibe Mexicana”, creada artificialmente con dicho propósito.

Existen aproximadamente unos 200 tipos de hongos identificados como portadores de Psilocibina y Psilocina. Pero sólo una pequeña cantidad son capaces de producir las trufas mágicas.

Inmediatamente después de ser cosechadas, las trufas mágicas contienen entre un 50% y un 70% de agua. Una vez secadas, su peso se reduce entre un 30% y un 50%. Esta proporción varia según la variedad y dependiendo también de como hayan sido cultivadas.

Las trufas frescas se conservan en la nevera y pueden durar hasta dos meses sin abrir. Abiertas, hay que usarlas enseguida. Nunca congelarlas o dejarlas en algún sitio caluroso.

La experiencia de la psilocibina es muy particular y depende de muchos factores. Primero, las mismas personas y la manera en la que sus cuerpos responden a la substancia. Segundo, los factores externos de la dosis y el entorno.